miércoles, 17 de enero de 2007

LA LEYENDA

Domingo, día del Señor. Cinco menos diez de la tarde, un día de Enero. Tres personas otean el horizonte. Miguel Ángel, Félix y Sergio se lamentan de la falta de asistencia ante el regreso de la leyenda. Al fondo una persona anda hacia ellos. Según se aproxima sus andares y su aspecto parece más y más familiar. Víctor hace su entrada ante nosotros. Saludos, abrazos, preguntas acerca de donde ha dejado a su sequito. Y, siguiendo su brazo, nuestras miradas convergen en la entrada de la Ciudad Deportiva, donde unos 6 o 7 jóvenes, unos cuantos mayores que les acompañan están a la espera de poder participar en el regreso de la leyenda. Y nuevas lamentaciones surgen ante los que no podían venir y no vinieron, ante los que pudieron venir y no quisieron y los que iban a venir y no acudieron.

Reunión en los vestuarios, comentarios religiosos y no tan religiosos, y la leyenda sale al terreno de juego, con la incorporación de Víctor al equipo, y de un chaval que pasaba por allí, Quintero, antiguo asesor antidoping. Ninguna sustancia sospechosa le resultaba desconocida. Que tiempos aquellos.

Empieza el partido, orden control, y primeras aproximaciones de los contrarios. Primeros tiros de los mismos, y primer gol. La Leyenda como el Atleta, al contraataque, y gol de Víctor. Nuevos tiros al muñeco del contrario. Y en un corner a nuestro favor fin de la primera parte.

En medio del partido nuevo fichaje. Juan Gálvez, el cerrojo del área, aunque esta vez, tras la marcha de Quintero a sus quehaceres dominicales, Juan decide llamarse el cerrojo de la portería. Y tan a gusto. Trabajo a tutiplé para el mismo. Como si de un prestidigitador se tratase Juan hace juegos de manos engañando a propios y a extraños a la hora de sacar el balón de la portería. Y cinco segundos después el balón vuelve a sus manos o a lamer las inmediaciones del marco por el defendido. Hay cosas que nunca cambian. Que tiempos aquellos.
El marcador se abre a su favor hasta llegar al tres a uno, pero en un alarde de fuerza y magia (pero la de Tamariz no se vayan a pensar algo parecido a Coperfield), la parroquia consigue empatar. Nuevo gol en contra, y nuevo gol a nuestro favor casi al final del partido. Víctor, Sergio y Miguel Ángel( mas Miguel Ángel si cabe que nunca) se reparten los goles. Los padres observan una y otra vez desde la banda las malas condiciones de todos los jugadores (quiero pensar), con expresiones tan sabias como Tan asfixiaos o Tan en el bote .Y llego el final del partido. La leyenda ha empatado a 4. Casi 7 meses sin perder y sigue la racha (el mismo tiempo que llevábamos sin jugar pero apartado este epígrafe eso es una fruslería). Nuevos sueños se despiertan en nuestras mentes. La Parroquia ha vuelto. La leyenda ha vuelto. Que tiempos aquellos.

Demoniodemediodia

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